Bio

JC

Intentaré resumir mi historia.

Empieza en 1973. Aparezco en el planeta, y todo sigue aparentemente igual.

Veo muchas pelis de Karate Kid, y a los 14 años asisto a mi primera clase de artes marciales. A pesar de no ser un niño deportista, descubro que cuando te dicen que hagas 500 abdominales, no lo dicen en broma, sino que se puede conseguir a base de entreno y sudor.

Ese mismo año, viajo a París, y descubro que en el mundo hay gente que habla diferente. Nace mi afición por los viajes.

En el colegio saco buenas notas, pero casi nunca estudio: quizás fue el principio de mi teoría de optimización de esfuerzos.

A los 18 finaliza la etapa escolar, y mientras descubro que mis compañeros siempre han querido ser astronautas, médicos o abogados, yo no tengo ni idea de qué hacer. Mis padres, sabiamente, me dan a elegir: “O vas a la universidad, o a trabajar”.

Me llevan al taller mecánico situado en la esquina de mi casa, donde me ofrecen como mano de obra barata. Los mecánicos, llenos de grasa hasta las cejas, reciben con entusiasmo la noticia. En ese mismo instante, descubro una voz en mi interior y decido que quiero ir a la universidad.

No sé qué carrera elegir. Voy a varias charlas de orientación y todas me parecen igual de emocionantes (irónicamente hablando). Un día, asisto a la charla de un ingeniero industrial que dice: “Al final, los ingenieros podemos hacer de todo, y casi nunca terminamos haciendo de ingenieros”. Me parece una propuesta razonable, teniendo en cuenta que mi vocación interior sigue sin aparecer.

Voy a Ingeniería, y descubro que no tan sólo en Francia, hablan idiomas distintos: en las clases de cálculo infinitesimal, álgebra, y mecánica, se hablan idiomas parecidos al chino mandarín.

Descubro el póquer de dados en el bar de la facultad, y me pasó allí el primer año de carrera. Aprendo a calcular probabilidades de acontecimientos con los dados, y a leer a las personas. Gano más dinero ese año con esta actividad, que en lo que serían los primeros meses de mi futuro empleo. Sorprendentemente, acaba el primer curso, y suspendo las 12 asignaturas del que consta.

Observando a mis amigos de derecho y económicas, y las fiestas universitarias que organizan, me planteo cambiar de carrera, y hacer algo más divertido. Justo antes de dejarlo, en casa me sugieren, que quizás debería buscar una carrera más adecuada a mis posibilidades. Descubro que no es lo mismo renunciar, que piensen que eres tonto, así que decido continuar en Ingeniería. A partir de ese momento, progreso a ritmo de curso por año.

Empiezo a buscar trabajo antes de terminar la carrera. Voy a varios procesos de selección. Me dan el mejor trabajo del mundo en un banco después de pasar un proceso de selección entre 600 aspirantes, y decido coger otro empleo, porque me permite viajar y es más emocionante. Sorprendentemente, no todos entienden esta decisión.

Empiezo a trabajar, ganando menos que un faquir con sensibilidad en la piel. Descubro, que nada de lo que he estudiado durante estos años es de utilidad en mi nuevo empleo. En la empresa, lo llaman “ser flexible”.

Aprendo todo lo que puedo, y pronto me aburro. Decido irme, justo cuando me ofrecen un mejor sueldo y posición.

Me mudo a otro sector, y tengo la suerte de que aprendo de un gran hombre de negocios: mi jefe.

Me lo pasó muy bien, y haciendo cosas innovadoras, el negocio crece tanto que me da miedo fastidiarla. Decido hacer un MBA, para respaldar mis decisiones. Voy a ESADE, y me meten en una clase con más de 50 “cracks”. Yo no soy el más listo, pero aprendo rápido.

Descubro que la mayor parte del dinero del mundo no se genera trabajando, sino invirtiendo, (NO ESPECULANDO). A partir de ahí, mis banqueros lo pasaran mal: he dejado de ser el cliente dócil que les da su dinero sin hacer preguntas.

Hay profesores míos que son muy jóvenes y ya están jubilados: cae el mito de que hay que trabajar toda la vida, para poder disfrutar de la misma.

Acabo el MBA, y cambio a mi último puesto de trabajo. Continuo haciendo cosas innovadoras, y los números del negocio van muy bien. A los 38 años, y con el sistema que me he montado, no necesito trabajar más. Después de un ejercicio récord, cuelgo las botas, y me jubilo. Nadie en la empresa entiende nada, y se rumorean cosas sobre ir a la competencia, y no sé qué, de la crisis temprana de los 40.

Cojo el avión y me dedico a viajar por el mundo disfrutando de la vida, sin preocupaciones. Me doy cuenta que entre las horas de surf, la siesta, y la cocina típica, todavía tengo tiempo para llevar a cabo más proyectos. Unos amigos míos, alucinados con mi método, me instan a que lo publique para así ayudar a la gente a llevar la vida que yo llevo (empezando por ellos mismos).

Me dirijo a las más prestigiosas editoriales del país, y obtengo 3 ofertas de contrato para publicar mi método en forma de libro. La probabilidad a priori de que este hecho sucediera para un escritor novel, es de una entre 125 millones. Mis amigos escritores que pelean por conseguir su primera publicación, hablan de brujería y magia negra.

Escojo al Grupo Planeta para publicar mi obra, por ser la empresa más potente, y por su compromiso y entusiasmo para difundir el mensaje de que vivir una vida diferente y mejor, es posible.

A partir de aquí, lo que suceda, lo escribes tú.

Para una Bio un poco más formal, puedes acceder aquí.

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